Quería irme, poner kilómetros de distancia. Más que
vacaciones era una necesidad vital. Probarme a mí misma, ponerme un reto y
saber que puedo. Después de un periplo mental por diferentes ciudades de
Europa, incluso por algún que otro crucero y volver loca a la agencia, a mis
amigas y a mí misma, terminé en Suiza y en la Selva Negra de Alemania, y a
estas alturas no sabría decir por qué. Me fui sin saber el recorrido, con un
grupo organizado donde no conocía a nadie y con una maleta que ni hecha por mi
peor enemigo. Pero ahí estaba yo. Y es que no hay nada mejor en la vida que
confiar.
Nada más llegar al aeropuerto descubrí lo mejor del viaje,
dos personas maravillosas que me adoptaron desde ese momento para aún después
de haber llegado seguir a su lado. Llegada a Suiza. Ola de calor africano.
Maleta con ropita más bien de entretiempo, ni unas chanclas. El gel se
desparrama en el trayecto y me deja con la mitad del fondo de armario y 3
bragas, literalmente. No pasa nada. Ataque de risa porque a otra del grupo le
ha pasado lo mismo pero con la espuma del pelo (la ropa pelín tiesa). Monísimas y preparadísimas
(jajaja) en una Suiza tan civilizada, tan limpia, tan verde… Que por primera
vez me siento algo parecido a una perroflauta. Y es que también se me olvidó la
crema suavizante del pelo… jajaja una cucada vamos.
Sería difícil resumir las sensaciones que han sido muchas,
sería difícil hablar de las ciudades sin antes situarme en un mapa, sigo sin
enterarme mucho de por dónde he estado… Pero estuve, pude, lo hice. Confié. Y
llego llena de verde en las pupilas, con los pulmones repletos del aire fresco de
los Alpes, con el regusto en el paladar de las mil cervezas y de otros tantos
chocolates. Y aunque no sepa muy bien por dónde he estado (nada propio en mí),
sí que sé dónde estoy ahora.
En la tierra de Heidi el ritmo es más pausado, la gente no
grita y los perros no ladran. El 80% de la población masculina está como un
queso (nunca mejor dicho) y es súper educada, pero les falta sentido del humor,
les falta pasión, de algún modo, les falta vida.
Me he traído unas vistas maravillosas, mil risas, las
piernas llenas de moratones por la bajada de algún monte al que nunca antes me
hubiera atrevido a subir y todavía me dura la resaca de un botellón a base de
cerveza, tequila y licor de hierbas alpinas. Bajo el sol de Suiza, me he dado cuenta de que habrá más viajes, habrá más
experiencias y habrá más vida porque, sin duda alguna, hay que confiar.
4 comentarios:
Qué bueno es confiar, qué importante es detenerse y alejarse para quererse a uno mismo, para tener la fuerza de volver a empezar .
Con ese verde en las pupilas y los pulmones llenos de aire fresco .... Abres los ojos y te das cuenta de que el paisaje que ahora te rodea... Es increíble!!!
Yo te adoptaría, ya lo sabes, bajo el sol que fuera. Ya me contarás ese viaje, valiente. Con una cervecita para qué entres mejor en situación.
Un beso guapa.
Muy chulo .
Eres adoptable
Os digo desde ya que me dejo adoptar aunque sea como mascota!!!
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