sábado, 28 de enero de 2012

Palabras

*bitnavegante
¿Dónde van las palabras que se agolpan con fuerza en los labios  y nunca se pronuncian? ¿Qué ocurre con aquellas que guardamos sólo para nosotros? ¿Dónde se curan las palabras magulladas? ¿Y qué hay de aquellas palabras inútiles, tullidas, palabras sin eco? ¿Dónde se entierran aquellas  que conformaron una promesa que nunca llegó a serlo? ¿Y qué fue de otras que quedaron en muchos silencios?
Hay palabras escritas en la arena que un vaivén perezoso de agua salada las va diluyendo. Palabras bellas de bocas amadas que nunca se han dicho. Palabras que te arañan y devoran el corazón. Hay otras que se quedan como cicatrices y con el mal tiempo se abren y sangran como la primera vez. Palabras memorables que se convierten en dulces recuerdos. Hay palabras en forma de disculpa que con los años uno aprende y asume que jamás serán pronunciadas. Palabras que te cambian la vida y otras que sólo perduran un momento. Palabras no dichas que te retumban dentro por la ausencia... Palabras en gritos, malsonantes, necias, inoportunas. Palabras en susurros, de amor, de chismes, de cuentos.  Palabras como dardos envenenados. Palabras obscenas que encienden chispas de pasiones más obscenas y oscuras. Las hay incendiarias y las hay tan provocadoras que instan a otras tantas. Palabras pensadas como únicas y sin embargo mil veces dichas. Algunas, incluso, se venden al peso. Palabras cómplices, amables, sabias, asombrosas. Algunas son pronunciadas por bocas temblorosas y otras acompañadas de lágrimas. Palabras que te hunden tanto que te asoman al infierno. Palabras que se agradecen en el alma y que no hace falta decirlas porque se intuyen en un gesto.
Hay ya muchas palabras que ni espero ni me creo. Pero las mejores palabras están por llegar...  Palabras que ansío como ningunas otras, de una boquita párvula que me acaricien mis 'entrañas maternales' y aún estando tan lejos en el tiempo hay días como hoy que me llega su eco.

jueves, 26 de enero de 2012

Pues estamos buenos...

Siempre he confiado en la ‘generosidad’ de los extraños (al menos eso me digo a mi misma). En lo que no creo es el la supuesta ‘profesionalidad’ de muchos especialistas, y uno de los gremios en los que menos confío es en el de los médicos (el sector ñampas: albañiles, fontaneros, electricistas… se merecen un post sólo para ellos)

* paperblog
Crónica del desastre:

-          Desde mi operación de piñata, http://queridacandela.blogspot.com/2011/03/yo-tenia.html paso revisiones con el dentista cada seis meses. No tengo ninguno fijo. Soy la paciente de la boca errante. En la revisión de verano todo bien: un empaste y una limpieza. La semana pasada, fruto de mi peregrinaje, me fui a otro ‘profesional’ con la esperanza de que fuera el definitivo. Después de una hora de revisión, el ‘estado fatal’ de mi boca ascendía a casi 2.000€ entre curetajes, microcirugías, cambios de empastes y demás. Llegué a casa hiperventilando desconsolada por la pasta y por los meses que me esperaban. Es el fin – pensé- a este paso en diez año estoy con dentadura postiza. Ayer me di de alta en la póliza dental de mi churri (no sé por qué no se me había ocurrido antes con lo lista que soy yo para otras cosas…) Veredicto del dentista del seguro: limpieza bucal y revisión en 6 meses. ¿Y ya? Pues sí y ya. Casi le doy un beso en los morros. Además era muy majete, que se agradece cuando un extraño tiene metidas sus zarpas en tu boca. Me han dado ganas de llamar al de los 2.000 y decirle cuatro cosas. Aún no lo tengo descartado…

-          Desde hace un par de años sufro de dolores de cabeza, y cuando digo cabeza es de la  cabeza entera, me duele hasta la mandíbula y por qué no decirlo hasta los dientes. El caso, hasta donde mi limitada inteligencia llega, entiendo que todo esto está producido por tensiones varias y estreses particulares, algo que le pasa a mucha gente… Decidí ir al neurólogo por descartar males mayores: por ejemplo, algún tumor que me esté devorando el cerebro. Pruebas realizadas y tumores descartados, el neurólogo me extiende la receta: tómate estas pastillas durante un mes y vuelves a consulta. Ilusa de mí cojo la receta y leo algo así como Deprelio y comento graciosa: uy si esto suena a antidepresivos. A lo que él responde tajante: te los tomas un mes y vuelves. ¿Antidepresivos? Pero si el menor de los efectos secundarios que tiene es que me pueden agudizar los dolores de cabeza!!!Entonces, ¿qué?, ¿qué me puede doler la cabeza pero al menos estaré feliz? Pero si no le he contado ni mi vida ni mis penas (ni se ha leído este blog…) además que iba yo monísima a la consulta. No me tenía que haber fiado de un neurólogo que tiene tics nerviosos… Como soy de naturaleza preocupada (eso sí) pues ya tenía yo un 'come come' con esto de la depresión, a ver si iba a ser verdad, que yo un poco Mariangustias sí que soy. Reconsultado con mi médico de cabecera, me confirmó el ‘cuestionable’ tratamiento indicado por este gran profesional y los grandes efectos secundarios… Conclusión: que se las tome él (vía rectal si es posible) a ver si le convierten en mejor médico, más agradable o al menos le quitan el tic.

Manda huevos!!

miércoles, 18 de enero de 2012

La puerta...

Tengo una extraña fijación con las puertas. Soy muy crítica con ellas. Ante mis ojos una casa o espacio pierde puntos (hasta desaparecer) sino me gusta su puerta. Me lo haré mirar porque seguro que se trata de algún trauma infantil… El caso es que no las discrimino porque sí, tengo mis criterios: me gustan, me espantan o en cuanto puedas debes cambiarlas!!!

Está reflexión no es fruto del aburrimiento, es que sinceramente creo que se menosprecia la ‘importancia de una puerta’. El otro día (hacía un frío del carajo), sin ir más lejos, mi flamante esposo y una servidora estábamos en una ‘tasca/bar’ tomando unas tapas de pie casualmente al lado de la puerta. Deliberábamos sobre cuál sería una buena prueba a la hora de contratar a alguien… (llevo unas semanitas finas con temas laborales). El local se empezó a animar y a entrar gente. El resultado fue el siguiente: el 99% de los que entraron de hasta 35 años, ni se preocuparon ni se ocuparon de  cerrar la puerta ni al entrar ni al salir (que por cierto necesitaba de ayuda para cumplir con su función). El 95% de las personas de a partir de 35/40 años sí se ‘preocuparon’ de la puerta. El 100% de los vendedores que entraron en concreto (1 negro, 1 chino y 1 indio –y que suene a chiste ni a ningún tipo de menosprecio-) comprobaron concienzudamente que la puerta estaba cerrada. Entre vino y vino lo vi claro: a los próximos candidatos que tenga que entrevistar no la hago sin varias puertas presentes. Que cada uno saque sus propias conclusiones…

Lo que sí es cierto es que en la vida hay veces  que hay que cerrar puertas para que otras se abran. Hay puertas que jamás se deberían cerrar a nadie y puertas que nunca deberían abrirse. Hay puertas sólo de entrada y puertas sólo para emergencias. Hay otras que necesitan de ayuda constante para estar abiertas. Hay puertas que te dan en las narices. Hay puertas con pomos muy altos para que no puedan ser abiertas por aquellos que no llegan. Hay puertas y puertas…