miércoles, 18 de enero de 2012

La puerta...

Tengo una extraña fijación con las puertas. Soy muy crítica con ellas. Ante mis ojos una casa o espacio pierde puntos (hasta desaparecer) sino me gusta su puerta. Me lo haré mirar porque seguro que se trata de algún trauma infantil… El caso es que no las discrimino porque sí, tengo mis criterios: me gustan, me espantan o en cuanto puedas debes cambiarlas!!!

Está reflexión no es fruto del aburrimiento, es que sinceramente creo que se menosprecia la ‘importancia de una puerta’. El otro día (hacía un frío del carajo), sin ir más lejos, mi flamante esposo y una servidora estábamos en una ‘tasca/bar’ tomando unas tapas de pie casualmente al lado de la puerta. Deliberábamos sobre cuál sería una buena prueba a la hora de contratar a alguien… (llevo unas semanitas finas con temas laborales). El local se empezó a animar y a entrar gente. El resultado fue el siguiente: el 99% de los que entraron de hasta 35 años, ni se preocuparon ni se ocuparon de  cerrar la puerta ni al entrar ni al salir (que por cierto necesitaba de ayuda para cumplir con su función). El 95% de las personas de a partir de 35/40 años sí se ‘preocuparon’ de la puerta. El 100% de los vendedores que entraron en concreto (1 negro, 1 chino y 1 indio –y que suene a chiste ni a ningún tipo de menosprecio-) comprobaron concienzudamente que la puerta estaba cerrada. Entre vino y vino lo vi claro: a los próximos candidatos que tenga que entrevistar no la hago sin varias puertas presentes. Que cada uno saque sus propias conclusiones…

Lo que sí es cierto es que en la vida hay veces  que hay que cerrar puertas para que otras se abran. Hay puertas que jamás se deberían cerrar a nadie y puertas que nunca deberían abrirse. Hay puertas sólo de entrada y puertas sólo para emergencias. Hay otras que necesitan de ayuda constante para estar abiertas. Hay puertas que te dan en las narices. Hay puertas con pomos muy altos para que no puedan ser abiertas por aquellos que no llegan. Hay puertas y puertas…




1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante reflexión. Hechos tan reales como la puerta misma. Sin puertas no entraríamos en calor ni saldríamos del asombro de comprobar cómo tanta gente no mira ni atrás ni a su alrededor. Y aunque los que ceden la entrada para que salgas primero son una raza en peligro de extinción, pasemos y leamos textos tan valiosos como el que propones. Gracias.

Fdo.: Min