jueves, 30 de junio de 2011

Un nuevo camino y una despedida

Ayer me despedí de una etapa de mi vida. Ayer me despedí de una persona muy especial a la que quiero mucho. No fue una 'despedida/ruptura' fue tan sólo un 'hasta luego' y no, no es ni mi pareja ni un hombre. Ha sido mi 'señora encantadora' durante casi seis años (hacía unas sopas con pollo para el alma buenísimas...) Sobre señoras encantadoras

No pensé que me pudiese doler tanto, no pensé en el sentimiento de vacío que me quedaría, como tampoco pensé en que me quedaría medio coja, medio huérfana. No pensé, no pensé y ahora me encuentro como me encuentro con  el 'corason partío'...  Se despidió abrazándome y me dijo que soy valiente, que soy fuerte y si es que lo soy es gracias a ella. Ahora me toca seguir sola (bueno sola no pero sin sopas sí)

Ayer no volví a casa por el camino de siempre, me temblaban las piernas después de despedirme de ella, volví por un camino distinto... Iba llorando e hipando como una niña pequeña, pero llegué a casa (y seguí llorando).

Me espera una nueva etapa, un nuevo camino: el más importante de mi vida. He llegado hasta aquí con mucho esfuerzo (como todos) llorando, riendo, luchando, gritando, disfrutando, pataleando... Pero sobre todo estoy aquí gracias a ti querida Nora.

No estoy muy acertada al expresar lo que siento, no tengo palabras pero...
Esta canción es para ti

domingo, 5 de junio de 2011

Tortugas, agujas y vacas sin cencerro

Que últimamente ando como vaca sin cencerro o como pollo sin cabeza, no es ningún secreto. Cosas de la vida, de la vida de los adultos, claro.

El otro día fui a hacerme una sesión de acupuntura, a ver si entre aguja y aguja encuentro o la cabeza o el cencerro. No encontré ni lo uno ni lo otro, pero sí un poco de paz que ya es bastante. Por unos instantes me sentí relajada, tranquila, a salvo, seguramente no fueron la agujas (o quizá algo sí que tuvieron que ver, vete tú a saber). La consulta era una casa enorme, con las paredes pintadas como si fueran el fondo del mar... Ningún sonido entorpecía mi voz. Olía a moxa (parecido al incienso que a mi tanto me gusta). En frente de mí estaba la Doctora, atenta, amable, entrañable. Se me escaparon las lágrimas, fue sin querer, ella me cogió las manos por las muñecas con fuerza pero sin llegar a hacerme daño, todo lo contrario. "Te preocupas demasiado", me dijo, "es tu naturaleza". Me tumbé en la camilla, olía a jabón de Marsella, sólo me puso cuatro o cinco agujas durante no más de cinco minutos, cuando me las quitó no me quería ir. Estuve a punto de decirle alguna barbaridad tipo: ¿me puedo quedar con usted?, ¿me quiere adoptar aunque solo sea una temporada?, ¿la puedo llamar para que me coja las manos de vez en cuando?, ¿puedo volver mañana? En lugar de eso para prolongar el tiempo le pregunté si podía ir al baño (no se me ocurrió nada mejor). Había una tortuga pintada en el baño mirándome a los ojos mientras hacía pis, no me importó, le sostuve la mirada. Seguramente en otro momento me hubiese reído de lo absurdo de la situación.

Desde entonces llevo pensado en poner un anuncio: Se busca señora mayor encantadora, que haga sopas ricas en invierno y croquetas, que sujete las manos con fuerza a mujeres treintañeras desbordadas, que en verano siempre tenga gazpacho recién hecho en la nevera para refrescarte de la 'caló', que huela a limpio y a jabón de Marsella e imprescindible que tenga tortugas 'mironas' pintadas en el baño.