Ya no podré volver a ver el mundo con los mismos ojos de
antes. La vida se ha dejado sentir a base de bien. Y esto no viene porque sí. Acabo de entrar en
una nueva ‘etapa’: oficialmente soy cuarentañera. Dicen que a los 40 haces
balance de los objetivos cumplidos. Pues hombre, si lo hago, objetivos
cumplidos lo que se dice cumplidos pues no muchos… Pero bueno como dicen que
los 40 de ahora son los nuevos 30, me quedan diez ¿no?
Nunca hubiera podido imaginar que mi vida a los 40 fuera tal
y como es. Ya ves, la realidad supera casi cualquier ficción. Tranquilos, no voy a perder
ni un segundo en enumerar mis objetivos no cumplidos. Estaría bien que inventasen
una crema milagro que eliminara las ‘heridas de guerra’ y lo dejase a uno como
nuevo o quizá una pastillita que nos sirviese para resetear la mente.
Ya nada volverá a ser como antes. Todo ha cambiado en general. A mí que siempre me ha gustado ver el lado positivo de las cosas
(una vez pasado el ataque de histeria inicial) me da pavor no poder vérselo al
panorama que tenemos por delante. Vaya tela. Cuanta más crisis, más miserias
salen al descubierto y más escondidos, casi hasta desaparecer, quedan valores
como la ética, el respeto, la compasión e incluso la humanidad, que en sí
mismo, no es un valor sino algo inherente a las personas. No hace falta que me inyecte botox porque ya tengo cara de perpleja la mayor parte del día. Que mal arreglo le veo
a todo. Esto no hay ni tijera ni aguja ni botox que lo arregle…
No estoy en crisis (al menos, no, por el momento). No tengo
tiempo ni tampoco ganas, es lo bueno de esta edad. El balance hasta ahora es, cuanto menos, exótico/ecléctico.
Si miro hacia atrás, veo que la vida me ha regalado a base de ‘sorpresas’ otra
visión del mundo, menos superficial, menos dramática y por qué no decirlo: más
dura. Eso sí, he recuperado la mirada interrogante y a veces perdida de los niños, cuando no saben qué
les deparará el futuro. Quién lo iba a decir a estas alturas de la película.
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