jueves, 3 de mayo de 2012

Cuando el aire huele a Solán de Cabras


Así me olía el aire en Asturias: a Solán de Cabras. Limpio, puro, con una densidad diferente al aire de Madrid. He estado en Oviedo unos días. Oxigenándome. En todos los sentidos. Dedicándome en cuerpo y alma a las sidrinas y al buen comer. He puesto kilómetros de por medio a este Madrid que me ‘mata’ poquito a poquito. Y así, de paso también me he alejado de lo cotidiano y las rutinas de esta ciudad hermosa y maldita para adentrarme en otros ‘mundos’ mucho menos estresantes y mucho más limpios. Y es que así es Oviedo: con sus calles impolutas, con sus semáforos eternos, con coches con conductores cívicos, con sus perros que no ladran, con gente amable y educada…




La suerte de vivir en una ciudad como Madrid se convierte en desdicha cuando la comparas con otras ciudades, con otras formas de vida, mucho más relajadas y sin duda mucho más sanas. No es que esté renegando de mi tierra (o sí). Madrid y su diosa Cibeles exigen cada día sacrificios más grandes, y entre cargas, obligaciones y deberes nos desenvolvemos, con poco y mal aire, los supervivientes de una urbe estresada y estresante, que te da y te quita y ya no sé yo si a partes iguales.


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