La de la foto no soy yo |
Diré en mi favor que en aquella época los niños no teníamos mucho con que divertirnos y la imaginación era fundamental para pasar el rato (la mía se desbordó, está claro). Mi imaginación fluía libremente para hacer casitas debajo de la cama, del sofá o dentro del armario; vestidos de muñecas con tapetes de ganchillo y para vestidos de noche: ¡los pañuelos de seda de mamá!!; estilismos varios y cortes de pelo al pobre perro (en mi infancia todos los perros del edificio curiosamente iban trasquilaos, no digo más); que se acababa el papel pues a ilustrar libros o la cara de mi vecinita (frita la tenía con tanta ‘mala idea’, aún me lo recuerda)... Y así mil.
La verdad que lo del aparato de dientes me tenía fascinada y me quedaba embobada mirando fijamente a cualquier compañera que lo llevaba puesto y ya si se comían un bocata de chori de Pamplona con los brakets era lo más de lo más. Deseaba tanto llevar uno… ¡Qué mira por dónde ahora casi con cuarenta años me lo tengo que poner!!! Cómo es la vida. Manda narices, ahora que ya lo tenía superado!! Si ya lo decía mi abuela: Cuidado con lo deseas que se puede hacer realidad.