martes, 11 de junio de 2013

Una historia de piel


Hoy me he quedado mirando a mi piedra (a la que me he agarrado y llevo siempre encima: La piedra) y me he preguntado: ¿Pero tú, eres macho o hembra? Porque si eres del género masculino dentro de unos años, cuando ya nos hayamos fundido entre mi piel y tus aristas, cuando ya hayamos compartido todas las palabras; cuando  tus deseos más profundos se conviertan en mi realidad, igual me dices que prefieres ser una piedra en mitad del desierto, igual me dices que mi piel ya no la sientes y que ya no reconoces tu reflejo en mis ojos. Igual, me dices que ya no soy la piel que habitas porque nunca realmente has estado del todo.
 
Si eres piedra macho, varón u hombre no te bastará lo compartido y un futuro lleno de promesas para quedarte. Y me dirás: "Esas cosas pasan. Era sólo un  proyecto entre piel y piedra. Esto nunca ha funcionado realmente y yo ahora estoy bien inventando nuevos deseos que superen realidades para mí mismo y para otras pieles". Y como buena piedra caerás sobre mí como una losa una y otra vez para dejarme la piel hecha trizas mientras murmuras: "Lo siento, no puedo hacer otra cosa". Así, me dejarás marcada con mil cicatrices, tantas como deseos no cumplidos. Y cuando te coja entre mis manos para aun así intentar retenerte te convertirás en arena para desaparecer, para siempre, entre mis dedos.
 
He intentado tener la misma conversación con la tostadora, pero al final me dio cosa terminar con la piel chamuscada…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poesía, dolor, piedra y piel. Maravillosamente triste.