Hoy me he quedado mirando a mi piedra (a la que me he
agarrado y llevo siempre encima: La piedra) y me he preguntado: ¿Pero tú, eres macho o
hembra? Porque si eres del género masculino dentro de unos años, cuando ya nos
hayamos fundido entre mi piel y tus aristas, cuando ya hayamos compartido todas
las palabras; cuando tus deseos más
profundos se conviertan en mi realidad, igual me dices que prefieres ser una
piedra en mitad del desierto, igual me dices que mi piel ya no la sientes y que
ya no reconoces tu reflejo en mis ojos. Igual, me dices que ya no soy la piel
que habitas porque nunca realmente has estado del todo.
Si eres piedra macho, varón u hombre no te bastará lo
compartido y un futuro lleno de promesas para quedarte. Y me dirás: "Esas cosas pasan. Era sólo un proyecto entre piel y piedra. Esto nunca ha
funcionado realmente y yo ahora estoy bien inventando nuevos deseos que superen
realidades para mí mismo y para otras pieles". Y como buena piedra caerás
sobre mí como una losa una y otra vez para dejarme la piel hecha trizas
mientras murmuras: "Lo siento, no puedo
hacer otra cosa". Así, me dejarás marcada con mil cicatrices, tantas como
deseos no cumplidos. Y cuando te coja entre mis manos para aun así intentar retenerte
te convertirás en arena para desaparecer, para siempre, entre mis dedos.
He intentado tener la misma conversación con la tostadora,
pero al final me dio cosa terminar con la piel chamuscada…
1 comentario:
Poesía, dolor, piedra y piel. Maravillosamente triste.
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